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  • El libro del mes

    El Fuego Verde

    Verónica Murguía

    Historia medieval de cuando los elfos y espíritus del bosque aún existían y los bosques llenaban la tierra como un mar verde

  • El disco del mes

    Ma Fleur

    Cinematic Orchestra

    Excelente disco de Acid Jazz que cuenta con la colaboración de importantes voces como la de Fontanella Bass y Patrick Watson

Agradecimiento al vecino

Camino por el pasillo blanco y frío, con sonido a aire acondicionado y olor a combustible. Busco el asiento 19-D. En mi andar me encuentro con bienvenidas, con sonrisas obligadas y con una hilera de personas aguardando a que un pasajero acomode el equipaje en los compartimientos superiores. Por fin, 19-D. Un extraño ocupa el asiento contiguo y me mira con una sonrisa forzada que me apresuro a devolver. Media hora después, recorremos los aires por encima de valles y nubes. Destino final: la cálida ciudad de San Salvador.

Durante el arribo me siento como un extraño, rodeado de un ambiente desconocido, con costumbres que ignoro completamente y mi único punto de contacto con este mundo irreal es un hombre de camisa de mangas cortas y ojos largos, que sostiene en lo alto un letrero con mi nombre.

El trayecto al hotel es más o menos de una hora, durante la cual escucho absorto el acento centro americano del conductor, que me cuenta sobre el clima, sobre los lugares que no debo perderme, sobre las precauciones que cualquier visitante debe tener al recorrer los sitios de interés. Finalmente llegamos a un hotel, cuya fachada no evoca ningún lujo. El trámite de ingreso es extremadamente sencillo, mi habitación confortable pero pequeña, la vista… no hay, solo penumbra en el exterior, son las ocho de la noche.

Mi deseo y curiosidad de interacción con los lugareños es tal, que a pesar del cansancio provocado por el vuelo, decido bajar a cenar al restaurant del hotel. Lo primero que noto, es la calidez y amabilidad de todo el personal. No se siente como una amabilidad forzada por políticas escritas en un manual de atención al cliente. No…, esto es… diferente, es… sincero, agradable en extremo y desconocido, es… San Salvador.

Por la mañana me despierta el sonido de una voz de mujer que vende algún tipo de desayuno que no alcanzo a comprender. Corro las cortinas y por fin puedo ver el lugar en el que me encuentro. Tengo frente a mi un enorme cerro totalmente lleno de vegetación, con nubes que flotan en la parte media de aquella colina, dejando asomar por encima la parte superior. El sonido exterior es de perros ladrando, gallos cantando, voces de personas con acento salvadoreño que caminan por la acera comentando las novedades del día. Abro la ventana y me inunda una sensación de cálida humedad en el rostro. Inicia mi semana.

Toda mi estadía, es acompañada por sonrisas amables de cuanta persona cruza en mi camino, por historias y anécdotas que los lugareños gustosos comparten conmigo. No hay rivalidad. No hay mexicanos, españoles, salvadoreños, hondureños ni guatemaltecos; hay sin embargo, hermandad, humildad, calidez, interés por el prójimo y corazones abiertos.

El tiempo pasa volando, transcurre mi semana de estancia, no soy el mismo que al llegar aquí, mi espíritu se ha transformado. Mi esperanza en la humanidad se ha renovado. Me voy con un sentido de nostalgia pero satisfecho por el aprendizaje, por haber cruzado mi camino con todos esos salvadoreños cálidos y amables que me abrieron las puertas de su ciudad. Recuerdo especialmente a E.G. que se encargó de todos mis traslados y cuyo almuerzo de “pupusas” con café del último día recordaré por siempre.

Nuevamente cargo mis maletas, que son testigos de tan encantadora experiencia. Me acompañan mi pase de abordar, mis recuerdos y una amplia sonrisa. Dejo atrás amigos, cuya imagen llevaré por siempre en mi corazón y quién sabe, tal vez pronto podamos reencontrarnos.

Ahora busco el asiento 26-A, deseoso de regresar a mi patria, pero nostálgico y con un inesperado amor por una maravillosa ciudad: San Salvador

Cyber-analfabeta

«Todo aquel que publica en redes sociales, blogs, foros, etc, sin cuidar sus palabras, redacción u ortografía»

Texto mío

Las malas palabras… un pequeño cuento

 

– Mamá, ¿qué es una mala palabra?

– Bueno, es un tema difícil de explicar, pero en resumen es una palabra que va acompañada de alguna mirada de desprecio y un sentimiento doloroso en el pecho.

– Pero, ¿de dónde vienen? ¿quién las inventó? ¿están patentadas?

– Vienen de las emociones que son difíciles de expresar con palabras normales. Su invención data de hace mucho tiempo cuando en la era de las cavernas, los hombres andaban descalzos, y al levantarse por la mañana, tropezaban dolorosamente con una roca. Como no existía el lenguaje hablado, corrían de inmediato a alguna cueva a dibujar figuras rupestres que tuvieran el dedo gordo del pie hinchado.

– Explicame algo mami, ¿Son malas palabras porque le pegan a las otras palabras?

– No solo le pegan a las otras palabras, le pegan al lenguaje entero.

– Ya entiendo, pero entonces, ¿Crees que haya palabras que antes eran buenas y ahora son malas?

– Si, las hay. Así como las personas cambian con el tiempo, las palabras también. Así como las personas mueren y nacen, del mismo modo lo hacen las palabras.

– Madre, dame algún ejemplo de palabra que antes era buena y ahora se ha convertido en mala.

– La acabas de decir.

– ¿Y habrá palabras que sean más malas que otras?

– Yo pienso que si, incluso hay categorías que indican que tan mala es una palabra.

– ¿Cuáles son esas categorías mamá?

– Las malas, las malvadas y las perversas.

– Si las palabras buenas lucharan contra las malas, ¿lograrían ganar?

– Por supuesto, como en toda historia en la que el bien triunfa sobre el mal, el problema es que la gente ha dejado de usar las buenas palabras y se han olvidado de ellas. La falta de uso y el desconocimiento de su existencia es como kriptonita lingüística.

– Mamá, ¿una leperada también es una mala palabra?

– No hijo, una leperada es cualquier palabra que se utilice en la región de Lepe, que es una ciudad de la provincia de Huelva, en Andalucía, España.

– Mami, creo que ya entendí, ¿te puedo decir cuáles son dos palabrotas?

– Claro hijo, dime.

– Ciclopentanoperhidrofenantreno y Esternocleidomastoideo.